El 5 de octubre día mundial del docente
Para celebrar el Día Mundial de los Docentes
El Día Mundial de los Docentes, celebrado anualmente el 5 de octubre desde 1994, conmemora el aniversario de la suscripción de la Recomendación UNESCO/OIT relativa a la Situación del Personal Docente en 1966.
En reconocimiento a los que se levantan cada mañana dispuestos a luchar contra los elementos y a formar y motivar a los niños y jóvenes de todo el mundo, rescatamos este divertido texto de Mariasun Landa, extraído del libro Elefante corazón de pájaro.
“El anuncio que leí en el periódico Elefantenews parecía haber sido escrito pensando en mí:
«Manada de elefantes con intereses culturales busca maestra con espíritu dinámico y aventurero.
Vivienda en selva africana.Dieta vegetariana.
Salario: Cien toneladas de bananas.»
Vivienda en selva africana.Dieta vegetariana.
Salario: Cien toneladas de bananas.»
¡Qué bien! Acepté el trabajo encantada. Me pareció muy adecuado para mí. Estaba harta de dar clase a unas arañas, torpes y maniáticas, que, además, me pagaban con moscas, que tampoco es lo que se dice un bocado rico. Además, todo el mundo me decía que los elefantes eran unos alumnos estupendos, muy estudiosos.
—Tienen una memoria como un armario de grande. No, más grande aún, como un camión de mudanzas —me informó un maestro de elefantes que acababa de venir de la India—. Hay algunos que tienen tanto sitio para guardar lo que aprenden, que se parecen a esos barcos ferrys que llevan en su interior un montón de coches y autobuses y museos y dinosaurios disecados.
Me pareció un poco exagerado, la verdad, pero la ocasión era única y no me paré a pensarlo dos veces… Cualquier cosa era mejor que seguir enseñando en aquella escuela de arañas.Así que me cogí un avión hacia Africa, con buen humor y poco equipaje: un libro de cuentos de Rudyard Kipling, una caja de lápices de colores y mi cepillo de dientes. No necesitaba más. Al principio, lo que más me chocó fue la enorme curiosidad de los elefantes de aquella manada. Unos querían saber cuántos pares de sandalias podían llevar los Reyes Magos, otros, ver cuántas lentejas cabían en una piscina, cuántos columpios había en Europa…
—¿No sería mejor empezar por aprender a leer? —les dije yo, preocupada.
¡Uf, aquello los enfadó muchísimo! ¡Leer!, ¡leer!… ¡Lo que ellos querían era aprender inglés, hacer gimnasia, utilizar ordenadores o hacer un cursillo para ser astronautas! Así empezaron mis desdichas con aquellos elefantes. Cada uno quería una cosa diferente, y todos, lo de los demás. Un follón monumental. No tardé mucho tiempo en darme cuenta de que me había metido en un buen lío.”
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